Jubilación a las dueñas de casa, la promesa de concentración En el debate presidencial de hace algunos días transmitido por Canal 13-CNN salió a relucir una propuesta de los candidatos de la alianza de oposición al actual gobierno que implicaba que la mujer realizaba un trabajo muy importante y que merecía ser recompensado con una jubilación por ese servicio a la comunidad. Desearía referirme a las consecuencias que aquello tendría de acuerdo a lo que hoy sabemos desde las Ciencias Sociales

Suena a un ejercicio de justicia social a través de la promoción y reconocimiento de los derechos de la mujer en el marco de un país que está despegando al desarrollo, con más o menos énfasis, según se mire.

Lo primero es resolver quienes serían las eventuales beneficiarias de la propuesta. Normalmente quienes estarían dispuestas a hacer el costo de permanecer en casa son aquellas personas que no tienen certeza de contar con un seguro en sus últimos años de vida. Y también quienes enfrentadas sin herramientas que otorga la educación de buen nivel han de quedarse en casa.

Además, la pensión en sí es un estímulo para que la mujer no salga al mundo laboral. Hoy Chile alcanza la tasa de participación femenina en el mundo laboral más alta de su historia. Y eso hace que la caída del índice de desempleo se vea ralentizada, toda vez que entran cada vez más personas a buscar trabajo, y una gran proporción de dichos buscadores de trabajo son mujeres.

Sorprende, en un momento en el que se quiere desde el sector de oposición instalar el tema de la flexibilidad laboral, evitar el ingreso masivo de las mujeres al mundo laboral. Es decir, por una parte los ingresos de las personas que escasamente encuentran un trabajo son amenazados en su integridad, por otra la mujer, que muchas veces es el único ingreso, y otras es el ingreso que hace posible en dignidad un hogar es restringida de ingresar al mundo laboral.

Cuesta imaginarse a una joven del sector oriente de Santiago renunciar a sus sueños de especialización y desarrollo por la promesa de una jubilación si permanece cumpliendo labores hogareñas. Pero es más factible imaginarse a una joven del sector sur oriente de la misma ciudad, sin la posibilidad de haber concurrido a una enseñanza media que la habilite para competir con las personas con más recursos, territorial, cultural y económicamente distante de los centros de educación superior que la pondrán en una situación de independencia y desarrollo.

Sabemos por muchos estudios que nuestra sociedad ha ido blindando a su elite de las amenazas a su posición dominante que significan las nuevas clases medias. Reveladores son los resultados que indican la división territorial de las ciudades en torno a núcleos socioeconómicos, con acento en apellidos y colegios donde se preconfiguran las redes de cooperación que irán marcando más adelante los horizontes en los cuales una persona se puede desarrollar laboralmente.

Es decir, dicha pensión significa una barrera de ingreso al mercado laboral a la mujer bajo el discurso de un reconocimiento a la labor de dueña de casa. No sólo eso, es una barrera de ingreso preferencial para impedir la democratización de acceso laboral para las mujeres de menos recursos. No es una propuesta universal en su espíritu, tiene un sentido muy preciso hacia la inmovilización de un sector específico de la población. Eso sí, deberían disminuir los índices de desempleo.

Ahora, complementando las consecuencias laborales y académicas para mujeres pobres que esta pensión supone se pueden contemplar impactos más bien devastadores en el hogar para los niños que se crían en esas familias. Y reitero, el impacto está dirigido a hogares de niños pobres.

Hoy por hoy sabemos que 12 años de escolaridad no significan tener aptitudes que califiquen a sus egresados para puestos de trabajo con mediana seguridad. Por ende sabemos que las nuevas generaciones que requieran insertarse en el mundo laboral con una posición que no implique ser carne de despido a la menor modificación de un panorama macroeconómico necesitan más y mejores estudios. Pero, y he aquí el problema, los niños tienden a reproducir, y superar un poco la escolaridad de su madre, más allá que la del padre.

Cuesta muy poco entonces previsualizar a un sector de la población que va viendo restringidas las habilidades que le permiten valerse, y ver a otro que se ve sin la necesidad de competir siquiera para acceder a los mejores puestos de estudios y de trabajo.

Sabemos que los niños que tienen madres con una escolaridad baja y/o de mala calidad tienden a experimentar una enseñanza de calidad desmejorada. Es decir, poco y nada puede un niño ser apoyado por su madre en materias como cubismo, ecuaciones de segundo grado o diéresis por una madre que se ha ido especializando en obtener el mejor brillo del piso, optimizar el ingreso familiar, matinales y programas de servicio. Además los padres que tienen menos distancia cultural son los que suelen terminar unidos, es decir, es improbable que al menos uno de los padres sirva de apoyo en ese hogar para lograr un hijo que no sea mano de obra con baja calificación.

Es decir, estamos frente a una propuesta que nos sometería a una estructura de pésima redistribución económica, incluso peor a la que tenemos hoy por hoy. Y eso sólo a nivel de clase, porque larvamos en esta propuesta un germen aún mayor de diferencia de género. Es decir, las diferencias de lo que las mujeres pueden, o no pueden hacer en el mundo laboral, una vez más estarán dependiendo de si es casada, entre otras cosas. Me pregunto si es esta una propuesta para lograr la “familia cristiana” que el mismo par de candidatos expresaron como uno de sus objetivos prioritarios. Mujer en casa cuidando a los hijos, con futura paga por no trabajar.  ¶ 12/21/2005 12:44:00 a. m.